En la “catedral de Francia” se han escrito grandes páginas de la historia de este país. Dudo que exista otro lugar que haya vivido en sus carnes tanta épica. En 1431 presencia la coronación de Enrique VI de Inglaterra, en 1804 la de Napoleón Bonaparte, en 1455 y 1909 el juicio póstumo por herejía y la beatificación respectivamente de Juana de Arco, en 1559 fueron los Estuardo, en 1944 Charles de Gaulle entró en la catedral victorioso aunque todavía quedaran francotiradores alemanes en las inmediaciones. E incluso en 1593 Enrique de Navarra, Enrique IV, el primer Borbón de Francia, se convirtió al catolicismo para subir al trono de París en Notre-Dame dejando para la historia aquello de que: “París, bien vale una misa”.
En la Ille de la Cité se encuentra la catedral más famosa del mundo: Notre-Dame. Un lugar de peregrinación mundial, tanto hoy como a lo largo de los siglos. Este templo religioso es una de las reliquias de todo el planeta. Es un lugar sagrado. Pero no porque lo diga su religión sino porque lo dicta la historia.
Lo que más me impresionó de ella al acercarme fue la cantidad de personas que encorvando la espalda hacia delante se acercaba riendo a los suyos en una simpática y nada original parodia del famoso Jorobado. Y es que aunque es cierto que la Catedral siempre estuvo ahí como icono del arte gótico, (se empezó a construir en el siglo XII) más de una generación la conocimos por primera vez de la mano del entrañable personaje de Disney.
Es un edificio robusto, elegante, imponente en su fachada Oeste, enigmático en su lado Este, místico en sus laterales y poblada de Quimeras o Gárgolas que parecen vigilarte a cada paso que das. Pero sobre todo es un edificio en el que se han escrito grandes páginas de la historia de Francia. Bajo su cobijo se han coronado reyes y reinas, han subido al poder presidentes, se han celebrado juicios morales de toda índole y en la Segunda Guerra Mundial era de esos tesoros de incalculable valor que ningún bando destruyó por ser algo más que un trofeo de caza mayor. Era el mayor trofeo. El lugar donde hacerse la foto. Donde demostrar que París es tuya. Y con ella toda Francia.
Os hablaría de arquitectura. Pero no es mi fuerte. Y de eso ya os informa detalladamente la Wikipedia. A mi solo me queda recomendaros ir a verla. No solo por su importancia si no también por su belleza. Si hubiera una Champions League de las iglesias, ésta optaría todos los años sin lugar a dudas, a la bota de oro.
Más sobre París:
Montmartre, el barrio de Amélie (y de Picasso, Matisse, Renoir, Degas o Toulouse-Lautrec).
La Torre Eiffel, el faro de Francia.
